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A la gente de Talca la gusta repetir una frase acuñada a la localidad:

"Talca, Paris y Londres"


Aunque es un poco exagerada,
merece ser visitada.


Universidad de Talca
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(8.45h de la mañana, chilenos trajeados, delante de la prisión de Talca, a punto de dar su examen para gendarmes)

Talca, a pesar de ser la capital de la VII Región de Chile (Región del Maule), es un pequeño poblado, mas bien humilde, y un poco dejado, lleno de perros abandonados, micro-buses alocados, y unas puestas de sol rojizas y maravillosas cuando la lluvia lo permite.
Corte de Apelaciones de Talca

Este va a ser a partir de hoy, y durante más de un mes, mi lugar de trabajo aquí en Talca. El recibimiento ha sido fantástico, y esta misma mañana ya hemos presenciado varios juicios, y asistido a la sala de deliberación con el presidente de la Corte, y nuestro tutor mientras estemos en Talca, Don Rodrigo Biel, y los demas jueces y ministros.

Aclaraciones; Cortes de Apelaciones de Chile son:
  • Tribunales ordinarios y colegiados, pertenecientes al Poder Judicial, que ejercen sus facultades juridiccionales dentro de un territorio de la república determinado por la ley, que normalmente corresponde a una región o parte de ella. Están compuestas por un número variable de jueces llamados Ministros, uno de los cuales actúa como su Presidente.
  • Generalmente conocen de casi la totalidad de los asuntos de competencia de segunda instancia. Sin perjuicio de ello, ocasionalmente, pueden conocer de asuntos en única o primera instancia de los demás asuntos que la ley les encomiende.
  • En el territorio de la República de Chile existen 17 Cortes de Apelaciones. Son superiores jerárquicos de los Juzgados de Letras, los Juzgados de Garantía y los Tribunales de Juicio Oral en lo Penal. Su superior jerárquico es la Corte Suprema.







(desafortunadamente, este es uno de los únicos edificios modernos en Talca, y probablemente el más alto, pues las demas casas tienen escasamente un piso)
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Mi primer vecindario en Talca.
Una casa bastante correcta
pero helada y lejos del centro.
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Chile
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"Racimo de casas locas"
según Neruda
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Hotel Marriot
El edificio mas alto de Santiago
Me quedo mirando el fuego de la estufa, una tarde de invierno en mi casa de una calle con nombre de flor, y me cuesta creer que alguna vez di la vuelta al mundo. Aparecen escenas sin comienzo ni fin, momentos, instantes que van y vienen, jirones de lo que fue y ya no es.

Mis niñas duermen la siesta, el perro de la esquina no se oye y yo estoy aquí, mirando hacia adentro. Veo mi primer viaje en avión. Recuerdo cuando se encendieron los motores. Pensé que tanto estruendo no podía ser normal, que íbamos a estallar. Tenía miedo, era chica.

Después de una escala en Lima, llegué a Cusco cuando el Camino del Inca se hacía sin guía ni agencia. Era el Perú de Sendero. Eran otros tiempos. Había delegados de organismos internacionales en mayor cantidad que turistas. Bastaba con desviarse de la huella para presenciar alguna escena de la época prehispánica.

En esos años el mundo me parecía ajeno: por mi mente circulaban buenas dosis de lugares comunes y mucho folclore, aunque también genuina curiosidad. De hecho, antes de ponerme a viajar me dediqué a estudiar. Amontonaba enciclopedias, almanaques, diccionarios, muchas revistas, algunos diarios y documentos sobre los lugares de mi interés. Los leía. Los subrayaba. Trataba de entender. A lo mejor no entendía.

El hecho es que después, cuando por fin comencé a subir y bajar de los aviones como Pedro por su casa, ya contaba con cierta información. Entonces descubrí que lo mejor de los viajes no entra por la cabeza sino por la piel. Las sensaciones, el calor y el frío, pero también la alegría y el asombro, se transformaron en el verdadero leit motiv para viajar. Sentir, vivir, y no leer: experimentar.

Recorrí capitales latinoamericanas, ciudades europeas, playas exóticas y lo más entrañable: la vuelta al mundo que mi marido me invitó a dar para comprobar que estábamos hechos el uno para el otro. Lo supimos en Tailandia, en Greenwich y acostándonos a las cinco de la tarde para soportar el frío de Nueva York. A los 83 días, cuando regresamos, ya lo archi sabíamos.

Además de sentirme en la gloria, en esas semanas comprobé mi debilidad por lo "auténtico", por la "esencia", por aquellos lugares y personas que están como hace mucho. Viajé a Pumalín y rayé. Anduve en kayak, a caballo, a pie. Me congelé en Dover, nadé con tortugas en Maldivas, los mosquitos de la selva se dieron un festín conmigo y de a poco, sin darme demasiada cuenta, empecé a regresar.

Los viajes no volverían a ser lo mismo.

Ahora no quiero ir lejos. Prefiero permanecer, estar, quedarme aquí, conmigo y los míos. No quiero cambiar el marco, pintar la escenografía ni agregarle olores o sabores. No tengo nada que salir a buscar. Más bien siento la necesidad de propender hacia el único viaje que concibo importante: uno interno, donde la inmediatez del momento reemplaza los traslados y cuyo destino final, visto desde aquí, se me antoja precioso y por supuesto privado.
Pa

Paula Andrade
Santiago es una de las cinco ciudades del mundo con más contaminación. Seis millones de personas viven en la capital de Chile, que cuenta con uno de los entornos urbanos mas espectaculares del planeta. Entre los bloques del centro urbano se entrevé un macizo cerco montañoso formado por los picos nevados andinos al este y una cordillera mas pequeña al oeste.
Sin embargo, los dias claros no abundan en esta poluta ciudad. En las clases de dibujo, los escolares de Santiago trazan horizontes grises y nebulosos y, aunque el aire ha mejorado en los ultimos años, la primera impresión del visitante será la de una ciudad contaminada y ruidosa, sobre todo en invierno.





"Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesia y a la lluvia".

Pablo Neruda

Despúes de dos primeros dias de lluvia en Santiago, llego sábado, con un cielo despejado de nubes y de contaminación.

Y así lo disfrutamos:
- micro de Las Condes hasta Los Leones (Christian+Cat)
- metro hasta Plaza de Armas, Mercado Central, almuerzo, cerro de San Cristobal, crystal en Barrio Bellavista.
- metro hasta Barrio Brasil (vimos la nueva pieza de Christian, arreglamos futon, bebimos pisco cola, nos helamos, escuchamos historias de sur y centro america con Alfredo...)
Una vez en el mercado central fuimos a buscar el sitio perfecto para el almuerzo. Y el mítico Donde Augusto pareció la mejor opción. Pisco Sour para cuatro, dos pescados fritos con agregado, y un curanto para compartir. Hechamos la foto de rigor, y también la hicimos con el famoso Don Augusto, quien nos comentó que la semana anterior había estado en Castelldefels! haha...que extraña casualidad, no?!



Mercado Central, Santiago de Chile








La Catedral
Metropolitana
Plaza de Armas

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